País de contrastes
Dice la leyenda que los dioses decidieron crear un lugar en el que Oriente y Occidente se unieran. Deseaban fusionar las dos culturas en una nueva propuesta que aglutinara lo mejor y más hermoso de ambas. Y así nació Turquía, un país de contrastes y elegido por numerosos pueblos que han dejado su huella: hititas, urarteos, frigios, lidios, carios, licios, griegos, romanos, bizantinos, georgianos, armenios, árabes, persas, kurdos, selyúcidas, turcomanos y otomanos.
Pero Turquía ofrece, además, magníficas playas color turquesa, impresionantes cataratas, frondosos bosques con interesantes especies endémicas, fértiles valles, cuevas con estalactitas y estalagmitas, así como formaciones rocosas muy originales y que permanecen en el recuerdo por mucho tiempo en el corazón de quien las descubre. Este paisaje encantado tiene la peculiaridad de cambiar de color dependiendo de la luz solar. Los tonos marrones, ocres y rojos se convierten en azules y grises con las últimas luces del día.
En Turquía existen también ciudades subterráneas escondidas tras intrincados laberintos y accesos ocultos, viviendas cavadas en la roca e iglesias de piedra con hermosos frescos que parecen resurgir del mismo centro de la Tierra.
Limita al noreste con Georgia, al este con Armenia, Irán y Azerbaiyán, al norte con las aguas territoriales ucranianas en el mar Negro, al noroeste con Bulgaria y Grecia, al oeste con las islas griegas del mar Egeo, al sur con las aguas chipriotas del mar Mediterráneo y con Siria, y al sureste con Irak . La separación entre Anatolia y Tracia está formada por el mar de Mármara y los estrechos de Turquía (el Bósforo y los Dardanelos), que sirven para delimitar la frontera entre Asia y Europa, por lo que se considera a Turquía como transcontinental.